Hace 50 años que la Comunidad Bahá'í arraigó en este país.
Tres generaciones de bahá'ís se han sucedido desde que en diciembre
de 1946 puso pie en nuestro suelo Virginia Orbison, una bahá'í norteamericana deseosa de
traer un nuevo mensaje religioso a sus congéneres de este lado del Atlántico. Ser mujer,
extranjera y difusora de creencias ajenas a las prevalecientes en aquellos años de
posguerra fue una ardua empresa.
Los primeros esfuerzos dieron su fruto en 1948 con la formación del
primer órgano de gobierno de los bahá'ís de Madrid. En la actualidad, la Comunidad
Bahá'í de nuestro país cuenta aproximadamente con un centenar de instituciones
semejantes.
Los bahá'ís se encuentran distribuidos por toda nuestra geografía,
residen en cerca de 300 poblaciones y hablan en todas las lenguas del Estado. Su razón de
ser, es dar testimonio en sus vidas del mensaje que trajo Bahá'u'lláh, el fundador de la
Fe Bahá'í.
Con la celebración de este 50º aniversario, la Comunidad Bahá'í
desea rendir homenaje a toda una generación de personas que hicieron posible el
surgimiento de una comunidad dinámica, conocida por su idealismo y dispuesta a ser
fermento de cambio en nuestra sociedad.
Hace medio siglo, "ser de otra religión" no era cuestión
menor. Ni la sociedad española era la que es hoy, ni la comunidad mundial bahá'í era la
realidad pujante que hoy conocemos. La libertad de culto no estaba reconocida, los
recursos más elementales escaseaban, e ideas universales, como la necesidad de un idioma
universal auxiliar o un tribunal internacional de justicia, parecían elementos utópicos
que la marea de la contienda civil había dejado caer definitivamente en olvido.
Ser bahá'í en los años 50 y 60 requería una madera especial de
persona. Darse a conocer a parientes, amigos, colegas y a la sociedad en general era
exponerse a no ser comprendido. En muchos casos esa dificultad acababa convirtiéndose en
un muro de incomprensión, en pequeños o grandes ostracismos y exilios interiores que
sólo la fuerza de convicción hacía llevaderos.
Los bahá'ís de España comparten una misma fe con más de 6 millones
de creyentes en Bahá'u'lláh, establecidos en la mayoría de países y territorios del
planeta, hecho que convierte a esta religión en la segunda más extendida después del
cristianismo.
Queremos celebrar con agradecimiento nuestra historia y deseamos que
esta conmemoración constituya un serio motivo de reflexión para nuestra comunidad. Pero
además queremos compartir con nuestra sociedad los principios que consideramos necesarios
para su progreso y bienestar.
Sostenemos que en esta nueva etapa de la evolución de humanidad es
preciso que nuestras sociedades se transformen en espacios de participación basados en la
solidaridad y la justicia, donde el respeto a la dignidad de la persona esté por encima
de cualquier interés particular.
Creemos que para lograrlo es necesario aceptar de corazón algunos
principios esenciales: que la unidad del género humano es la base de toda acción social;
que la unidad no debe nunca sacrificar la diversidad, sino que, en todo caso, ambas deben
realizarse recíprocamente; que todos los seres humanos son ciudadanos del mundo; que la
mujer esta llamada a cumplir un papel preponderante en la pacificación de los asuntos
mundiales; que la ciencia y la religión deben convivir en armonía; que la religión ha
surgido para ser causa de unidad y concordia, no de enemistad y odio; que el desarrollo
es, ante todo, el desarrollo de las personas en lo espiritual, moral, social y económico;
que los extremos de riqueza y pobreza deben ser eliminados; que la paz y la seguridad del
mundo son inalcanzables a menos que su unidad sea firmemente establecida; que la
"verdad es buena en cualquier lámpara que brille".
Éstas son algunas de las premisas que marcan el criterio por el que se
guían los bahá'ís.
Hoy, cuando el desgarro moral de los crisis sociales y los dramas
humanitarios hacen mella cotidianamente en nuestras conciencias, los bahá'ís seguimos
afanados por la paz, pues tenemos la certeza de que estos dolores son el preludio de una
humanidad renovada y solidaria, en el seno de una civilización mundial.
Nuestro mensaje es, por tanto, un mensaje de esperanza para toda la
humanidad. Un mensaje basado en la visión que Bahá'u'lláh ofreció al mundo, hace más
de ciento cuarenta años, desde las entrañas de una mazmorra y durante cuatro exilios
sucesivos. Fue Él quien aseguró que el propósito fundamental de las religiones es
"proteger los intereses de la raza humana, promover su unidad y estimular el
espíritu de amor y fraternidad entre los hombres".
Al cumplir nuestro cincuentenario, los bahá'ís de España -hombres,
mujeres, jóvenes y niños- seguimos deseosos de dar a conocer el legado de Bahá'u'lláh.
Creemos en el poder del espíritu humano, tenemos fe en las innumerables energías que el
Creador ha infundido en esta nueva etapa de la de la evolución humana, y bregamos por
abrir un horizonte de esperanza en el futuro que nos guarda.
Ésta es nuestra razón de ser, y en esa medida nos proponemos servir
sinceramente a nuestros congéneres.
La humanidad se halla ante una de las mayores encrucijadas de su
historia; aunque exista una vaga conciencia de esta coyuntura, no obstante sigue
prevaleciendo la confusión. Cualquier aportación que permita vislumbrar nuevas salidas
merece - creemos - una atención considerada de la ciudadanía. En este sentido, la
aportación realizada por Bahá'u'lláh constituye una de las más sustanciales de la
historia contemporánea, tal y como cada vez más pensadores e intelectuales vienen
reconociendo.
Nuestra responsabilidad es compartir esa aportación con nuestros
congéneres. La suya es conocerla y evaluarla.
Marzo de 1997
Asamblea Espiritual Nacional de los Bahá'ís de España